Los
prejuicios no son buenos, eso lo sabe todo el mundo. Todos hemos pecado alguna
vez de mente cerrada cuando llega el momento de reconocer el error. Esto sucede
a menudo en el cine, cuando el público etiqueta al actor o actriz de turno, y
en cierto modo le impide crecer en su carrera. Es una profesión en la que el
atractivo físico es un arma de doble filo, y una condición que a menudo sale
cara. Abre muchas puertas, especialmente las del cine romántico y el mundo
televisivo que suele proporcionar mucha fama a pesar de las críticas, pero se
convierte en un lastre en el momento en que el principiante quiere dar un paso
más. Mario Casas se encuadra dentro de ese colectivo de actores a los que una
mira con cierta desconfianza en el cambio, y mucho más cuando, como es el caso,
parece estar en todas partes, cuando se pone de moda. Puede que Casas sea
imagen de carpeta de instituto y que ni en esta película se libre del desnudo,
pero parece que lo está intentando, y merece una oportunidad. Seguiremos a la
expectativa de sus próximos trabajos.
Grupo 7
no es ninguna obra maestra, ni mucho menos. Pero el resultado es fácil de
vender, muy comercial. Tiene una buena dosis de acción, acrobacias por la
ciudad con saltos imposibles y carreras de esas en las que el malo siempre es
más lento, una dosis de violencia que trata de no ser morbosa, policías de
métodos dudosos, almas perdidas que mendigan un poco de amor o un poco de
droga, según sea el caso, y un toque de humor. Cuenta con un trabajo
extraordinario de Joaquín Nuñez como actor secundario (ganador del Goya a actor revelación por este trabajo), que le da cierta gracia andaluza a una película
que sin él probablemente se quedaría sosa. Y sobre todo consigue mantener la
tensión, una sensación de peligro constante y cierto grado de desasosiego en el
espectador a lo largo de toda la trama (a excepción, quizá, de una eterna
introducción en la que no sucede prácticamente nada).
Y sin
embargo a Grupo 7 le falta pulirse. Da la sensación de que no se le ha dedicado
el tiempo que realmente necesitaba una película de sus características. Los
personajes, que se dividen entre criminales buenos y criminales malos son
esencialmente planos, y su evolución, cuando la hay, sucede de una forma tan
brusca que no permite identificarse con ellos. Además termina insistiendo en la
trama policíaca y abandona el lado emocional, dejando a sus protagonistas como
sombras indefinidas e incluso algo incongruentes, a pesar de disponer de un
enorme potencial por las vidas que se les han perfilado. Los ingredientes son
buenos, pero al resultado le falta espíritu.
Lo
mejor: la habilidad para mantener el suspense y la tensión en determinadas
escenas y que la película contribuya a engrosar el catálogo de un cine español
más comercial que ayude a desmitificar su imagen actual y permita llenar las
arcas.
Lo
peor: el desaprovechamiento del potencial humano y emocional de sus protagonistas,
y la deficiente vocalización e impuro sonido de los diálogos, que prácticamente
obligan al espectador a leer los labios para descifrar el texto.
Nota:
un bien, de los de ni fu ni fa.
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